De Egidio Molteni
La película Hasta que nos volvamos a encontrar (2022), dirigida por Bruno Ascenzo y protagonizada por Stephanie Cayo y Maxi Iglesias, es la primera producción peruana de Netflix, en colaboración con la productora peruana de cine Tondero. La historia trata de Salvador, un arquitecto español que viaja al Cuzco a planear la construcción de un hotel de gama alta. Pero, en el terreno en el que planea hacer su construcción, conocerá a Andrea, una chica que lo hará revalorizar lo importante de su vida y del Perú. Al ser una película con miras internacionales, evidentemente tenía que tratar de lo único que tenemos que ofrecerle al mundo: nuestros paisajes y costumbres “exóticas”. Dejando la ironía a un lado, Hasta que nos volvamos a encontrar es sencillamente una cinta mala y aburrida que, además, en su espectacular fracaso, representa de manera errónea y superficial a nuestro Perú.
Para empezar, la película falla en todas las áreas posibles. En una película, se pueden valorar diferentes aspectos como la actuación, la dirección o la edición, pero con el fin de simplificar esta explicación, vamos a considerar solamente tres puntos: la narrativa, la fotografía y la música. Si bien películas promedio pueden destacar en uno o dos aspectos mientras fallan en otro, y películas excelentes y únicas en su tipo logran la excelencia en cada uno de los tres puntos, Hasta que nos volvamos a encontrar es todo lo contrario: no destaca en ningún punto e incluso falla ostensiblemente en alcanzar el estándar en alguno.
Empecemos con lo que no es tan malo o “promedio”: la música, compuesta por Lucho Quequezana. No destaca, no tiene nada de especial y está mal utilizada: nada más en los primeros minutos de película tenemos una fiesta en el Cuzco donde se está bailando festejo. Es evidente que en todas partes del país se pueden bailar cualquier tipo de música y no exclusivamente de la zona, pero si estamos hablando de una película que representa al Perú lo lógico sería representar las regiones con sus características propias, en este caso el Cuzco con música andina. Este es también un error del guion, de lo que hablaremos más adelante. Sumando a todo esto los efectos y la edición de sonido son de baja calidad y evidencian varios errores.
Por otra parte, la fotografía tampoco deja un impacto en el espectador: la película parece un documental de viajes que supuestamente enseña las maravillas del paisaje peruano, pero no logra mucho con una fotografía tan sencilla. Si bien hay que reconocer que filmar una producción a tales alturas es un desafío que conlleva sus complicaciones, no podemos utilizarlo de excusa para justificar la calidad de la cinta. Digamos simplemente que, si bien la fotografía no es horrible, podemos encontrar publicidades de “¡Y tú que planes?” con una dirección de fotografía más interesante y elaborada. La paleta de color también es simple y fría, lo que parece una característica compartida con su historia y personajes. Un momento que sí me gustaría destacar es toda la secuencia en Machu Picchu, obviamente uno de los momentos más importantes para la película y el público, pero el que justamente siento fue el peor manejado: casi no se ve el paisaje, y tenemos más que todo planos medios y americanos centrados más en los personajes que en la maravilla del mundo que ellos mismos están mirando.
Finalmente, la historia es muy pobre. Empecemos por los personajes: los dos protagonistas, Salvador y Ariana, son muy planos y no llegan a simpatizar con el público ni por sus historias ni por sus personalidades. Curiosamente, ambos son unos engreídos que quieren hacer las cosas a su manera: Salvador es el clásico estereotipo de niño rico que sale de su ambiente de riquezas para enfrentar la “difícil” vida de las personas de clase media-baja, pero a diferencia de otros personajes que comparten este cliché, Salvador conserva sus riquezas, por lo que literalmente hará avanzar la trama con su billetera. Ya para el final de la cinta (y para sorpresa de nadie) Salvador deja su vida de lujos por el amor, por lo que podemos decir que mejora en ese aspecto, pero la verdad es que hasta este momento de la película no tiene nada con lo que el público pueda empatizar. Por otro lado, tenemos a Ariana: desde un inicio su personaje no tiene sentido, porque se presenta como una mochilera que está constantemente viajando, pero que defiende el hotel que fue su hogar como si hubiese pasado toda su vida ahí. Es incongruente e hipócrita que se victimice para defender su casa diciendo que “es el hogar de toda su vida” cuando la misma película nos dice que ha estado constantemente viajando lejos de esta. Como si todo esto no fuera poco, los diálogos son excesivamente forzados: ninguno de los actores logra hacer natural sus frases y respuestas.
Pero creo que uno de los problemas más grandes de la película es su accidentada representación cultural. Por dar un ejemplo, el título de la película se basa en un diálogo de Ariana, que al inicio dice que el quechua es muy bonito porque no tienen una palabra para “adiós” pero que, en cambio, lo quechuahablantes utilizan expresiones haciendo referencia a volverse a ver, como “Hasta que nos volvamos a encontrar”. Sin embargo, esta es una idea errónea: el lingüista Carlos Molina explica en un hilo de Twitter las diversas razones por las que en el quechua no hay una traducción literal de la palabra adiós. Una de estas viene de la expresión europea “te encomiendo a Dios”. Por otro lado, en el quechua sí existen otras formas de cerrar una conversación y despedida, sin necesariamente la idea de volverse a ver.
Por otro lado, la idea que tiene la película de “representar las tradiciones de nuestro Perú”, como así se comercializaba, es incluir la mayor cantidad de elementos tradicionales en la historia, sin importar lo fuera de lugar o innecesarios que puedan llegar a ser, como la previamente mencionada fiesta que tiene 5 géneros diferentes de música, una visita innecesaria al mercado, o hasta el mismo camino que toman hacia Machu Picchu, que lleva a uno preguntarse cómo dos personas tienen tantas cosas en sus mochilas para todas las paradas que hacen.
Todos estos detalles son pasados por alto por el público internacional, por lo que podemos deducir lo obvio: esta película es solo un producto, la salida fácil de Tondero para complacer al público internacional y conseguir la aprobación de Netflix para comenzar con el pie derecho la recién formada alianza entre ambos. Quiero pensar que esta es la razón por la que tanto el guion como la cinematografía son tan sencillos: Hasta que nos volvamos a encontrar es una película mediocre porque nunca apuntó a lo mejor que podía, sino que se concentró en “lo suficiente”. Si el lector se anima a ver la película, se encontrará con una cinta que es aburrida simplemente por el hecho de que no arriesga en nada: solo se concentra en dar un producto fácilmente digerible por la audiencia internacional. Si este es el caso, y los realizadores buscaron proponer la película lo más sencilla posible, permítanme asegurárselo: Hasta que nos volvamos a encontrar es tan mediocre que lo único que tiene a destacar son sus errores.
Fuentes:
http://utero.pe/2022/04/04/hasta-que-nos-volvamos-a-encontrar-si-existe-mala-publicidad/https://www.quever.news/cine/2022/3/19/las-criticas-que-le-llovieron-hasta-que-nos-volvamos-encontrar-la-pelicula-que-es-furor-en-netflix-14440.htmlhttps://www.filmaffinity.com/es/film637733.html
La parola addio non esiste: una mediocre rappresentazione del Perù.
Di Egidio Molteni
Il film La parola addio non esiste (2022), diretto da Bruno Ascenzo e interpretato da Stephanie Cayo e Maxi Iglesias, è la prima produzione peruviana di Netflix, in collaborazione con la produttrice cinematografica peruviana Tondero. La storia riguarda Salvador, un architetto spagnolo che si reca a Cuzco per progettare la costruzione di un hotel di lusso. Tuttavia, sul terreno in cui intende realizzare la costruzione, conoscerà Andrea, una ragazza che gli farà rivalutare l’importanza della sua vita e del Perù. Essendo un film di respiro internazionale, evidentemente doveva parlare dell’unica cosa che abbiamo da offrire al mondo: i nostri paesaggi e costumi “esotici”. Lasciando da parte l’ironia, La parola addio non esiste è semplicemente un film noioso e di pessima qualità che, per di più, all’interno del suo spettacolare fallimento, rappresenta in maniera erronea e superficiale al nostro Perù.
Prima di tutto il film è errato in tutte le aree possibili. In un film si possono valutare diversi aspetti come la recitazione, la regia teatrale o l’edizione. Tuttavia, con lo scopo di semplificare questa spiegazione, considereremo soltanto tre punti: la narrativa, la fotografia e la musica. Sebbene i film mediocri possano spiccare in uno o due aspetti mentre sbagliano in un altro, e i film eccellenti e unici nel suo tipo raggiungono l’eccellenza in ciascuno dei tre punti, La parola addio non esiste è tutto il contrario: non risalta in nessun aspetto ed addirittura sbaglia apparentemente nel raggiungere lo standard in ognuno di questi aspetti.
Partiamo da ciò che non è poi così pessimo o “mediocre”: la musica, composta da Lucho Quequezana. Non risalta, non ha niente di speciale e viene mal utilizzata: soltanto nei primi minuti del film abbiamo una festa a Cuzco dove si sta ballando festejo. É evidente che in tutte le parti del paese si può ballare qualsiasi tipo di musica e non esclusivamente quella della zona, ma se stiamo parlando di un film che rappresenta il Perù, la cosa più logica sarebbe rappresentare le regioni con le loro caratteristiche proprie, in questo caso il Cuzco con musica andina. Anche questo è un errore di script, di cui parleremo più avanti. In aggiunta a tutto ciò, gli effetti e l’editing del suono sono di bassa qualità ed evidenziano vari errori.
A parte ciò, neanche la fotografia lascia un impatto sullo spettatore: il film sembra un documentario di viaggio che presumibilmente mostra le meraviglie del paesaggio peruviano, ma non si ottiene molto con una “fotografia” così semplice. Sebbene dobbiamo riconoscere che girare una produzione a tali altezze è una sfida che porta complicazioni, non possiamo utilizzare questo come scusa per giustificare la qualità del film.
Diciamo solo che, sebbene la fotografia non sia orribile, possiamo trovare pubblicità da:” E tu, che piani hai?” con una produzione fotografica più interessante ed elaborata. Anche la tavolozza dei colori è semplice e fredda, la quale sembra una caratteristica condivisa con la sua storia e i personaggi. Una parte che vorrei mettere in evidenza è l’intera sequenza di Machu Picchu, ovviamente uno dei momenti più importanti per il film e per il pubblico, ma quello che secondo me viene gestito peggio: si vede a malapena il paesaggio, ed abbiamo più che altro inquadrature mediocri ed americani concentrati di più sui personaggi che sulla meraviglia del mondo che loro stessi stanno guardando.
Infine, la storia è molto povera. Cominciamo dai personaggi: i due protagonisti, Salvador e Ariana, sono molto “piatti” e non riescono a simpatizzare con il pubblico né per le loro storie né per la loro personalità. Curiosamente entrambi sono persone presuntuose che vogliono fare le cose a modo loro: Salvador è il classico stereotipo di ragazzo ricco che esce dal suo ambiente di ricchezze per affrontare la vita “difficile” delle persone di classe medio-bassa, ma a differenza di altri personaggi che condividono questo cliché, Salvador mantiene le sue ricchezze; quindi, porterà letteralmente avanti la trama con il suo portafoglio.
Solo alla fine del film (e senza sorpresa di nessuno) Salvador lascia la sua vita di lusso per amore, quindi possiamo dire che migliora in quell’aspetto, ma la verità è che fino a questo momento, il film non ha nulla con cosa il pubblico possa provare empatia. Dall’altra parte invece c’è Ariana: fin dall’inizio il suo personaggio non ha senso, perché si presenta come una ragazza “zaino in spalla”, che viaggia continuamente, ma che allo stesso tempo difende l’albergo che fu casa sua come se avesse passato tutta la vita lì. È incongruente e ipocrita che si sia vittimizzata per difendere la sua casa dicendo che «è la casa di tutta la sua vita» quando lo stesso film ci dice che lei ci si è allontanata da essa perché è sempre in viaggio. Come se tutto ciò non bastasse, i dialoghi sono eccessivamente forzati: nessuno degli attori riesce a rendere naturali le proprie frasi e risposte.
Ma penso che uno dei maggiori problemi del film sia la sua non veritiera rappresentazione culturale. Per fare un esempio, il titolo del film si basa su un dialogo di Ariana, che all’inizio dice che il quechua è molto bello perché i parlanti quechua non hanno una parola per «addio» ma che, invece, usano espressioni che si riferiscono al rivedersi, come «fino a quando non ci incontreremo di nuovo».
Tuttavia, questo è un equivoco: il linguista Carlos Molina spiega in un tweet i vari motivi per cui in quechua non esiste una traduzione letterale della parola addio. Una di queste deriva dall’espressione europea «ti affido a Dio». Inoltre, in quechua ci sono altri modi per chiudere una conversazione e dire addio, senza necessariamente dare l’idea di rivedersi.
D’altra parte, per come è stato commercializzato, l’idea di come il film debba «rappresentare le tradizioni del nostro Perù, è quella di includere il maggior numero di elementi tradizionali nella storia, non importa quanto fuori luogo o inutili possano diventare. Rappresentative di questa idea sono la festa precedentemente menzionata, che ha 5 diversi generi musicali, una visita inutile al mercato, o anche la stessa strada che prendono a Machu Picchu, che per esempio porta a chiedersi per tutte le fermate che fanno, come due persone abbiano così tante cose nei loro zaini.
Tutti questi dettagli passano inosservati al pubblico internazionale, quindi possiamo dedurre l’ovvio: questo film è solo un prodotto, la via d’uscita facile di Tondero per soddisfare il pubblico internazionale e ottenere l’approvazione di Netflix per iniziare con il piede giusto la nuova alleanza tra i due. Voglio pensare che sia per questo che sia la sceneggiatura che la fotografia sono così semplici: La parola addio non esiste è un film mediocre perché non ha mai puntato al meglio che poteva, ma si è concentrato su ciò che poteva bastare. Se il lettore si decide a guardarlo, si imbatterà in un film che è noioso semplicemente perché non rischia nulla: si concentra solo sul dare un prodotto facilmente digeribile al pubblico internazionale. Sì, questo è il caso, e i registi hanno cercato di proporre il film nel modo più semplice possibile, ve lo assicuro: La parola addio non esiste è così mediocre che l’unica cosa che è degna di nota sono i suoi errori.
Fonti:
http://utero.pe/2022/04/04/hasta-que-nos-volvamos-a-encontrar-si-existe-mala-publicidad/https://www.quever.news/cine/2022/3/19/las-criticas-que-le-llovieron-hasta-que-nos-volvamos-encontrar-la-pelicula-que-es-furor-en-netflix-14440.htmlhttps://www.filmaffinity.com/es/film637733.html
Tradotto da Isabel Greco