de Alonso Tarazona Bendezú, III Scientifico A
Eran las 8:37 p.m. cuando el historiador Humberto Flores estaba hurgando desesperado por una carta en la Biblioteca Nacional del Perú y encontró un documento que estaba llenándose de polvo en una esquina. Se emocionó, ya que la portada de este era parecida a un tratado de Simón Bolívar que estaba buscando. Al darle una ojeada a las primeras páginas, sin embargo, se dio cuenta de que no tenía nada que ver. Se molestó, la dejó tirada y siguió buscando. Pasó una hora y siguió sin encontrar nada. Resignado y decepcionado, decidió darle una nueva ojeada a la carta que había despreciado anteriormente antes de que cerrara la biblioteca. Se sentó y leyó el título: “Pensamientos antes de llevármelos a la tumba”. Cautivado por el nombre del documento, y por el hecho de que no encontró nada más, decidió leerlo.
Contaba la historia del desconocido criollo llamado Manuel Álvarez, quien, desde el principio de su texto, decía que quería ser recordado como una de las mayores figuras de la independencia. Humberto entendió que se trataba de una figura desconocida, y emocionado por saber por qué este misterioso personaje quería que fuese recordado como un héroe, siguió leyendo. El relato fue escrito en el lecho de muerte de Manuel Álvarez. Dicha carta abrió con la descripción de la batalla de Ayacucho, justo antes de la llegada de los Húsares del Perú, cuando la caballería de Simón Bolívar fue superada por el ejército realista. Manuel fue herido gravemente y, antes de dejar el mundo, quiso contar su historia.
Fue un criollo de un estatus bastante elevado, nacido en el año 1760. Desde pequeño fue educado por sus padres para mantenerse alejado de los “revoltosos”, aquellas personas que a causa de las injusticias que sufrían se revelaban a los españoles. Decían que se mantuviera alejado de los problemas. Sin embargo, desde niño no estuvo de acuerdo con estas enseñanzas, ya que admiraba a los indígenas que se rebelaban para obtener aquello que verdaderamente se merecían. En la mitad de sus estudios, la revolución de Túpac Amaru se desató, en el año 1780, y esta la primera revolución seria en el virreinato español. Al ver que finalmente todos se levantaron, decidió dejar los estudios y dejar a su familia para apoyar a quienes, en su infancia, le hicieron ver como enemigos. No participó en el frente de revolución, sin embargo, fue muy importante en cuanto cumplió un rol financiero. La muerte de Túpac Amaru significó la culminación de la revolución, y Manuel no tuvo de otra que regresar a su anterior vida. Desde el fin de la revolución se la pasó estudiando y escribiendo. Estaba siempre presente cada vez que veía movimientos revolucionarios, aunque ninguno de ellos prosperó. Se la pasó así hasta que, finalmente, luego de casi 35 años del inicio de la revolución de Túpac Amaru, su vida volvió a dar un giro inesperado. Con el inicio de las guerras de independencia, Manuel decidió esta vez incorporarse directamente a las guerras como tal, ejerciendo un papel en el frente de batalla muy importante, desarrollando estrategias militares y supervisando las guerras. En su propio texto llegó a mencionar que fue gran amigo de Simón Bolívar, y que este mismo muchas veces acudió a él para pedirle consejos. Cuando llegó el momento de la batalla de Ayacucho, sin embargo, el frente realista se impuso ante el ejército bolivariano, donde Manuel fue herido gravemente. Entonces, echado en cama con fiebre a causa de las infecciones causadas por las heridas, y sabiendo que le quedaban pocos días de vida, decidió escribir aquella carta. No se arrepintió de ninguna de sus acciones, pues sabía que gracias a él la independencia del país estaba a punto de lograrse. El 11 de diciembre de 1824, dos días después de la capitulación de Ayacucho, Manuel Álvarez murió como un héroe, feliz de haber conseguido la independencia que tanto anhelaba, pese a que no pudo disfrutarla.
Apenas terminó de leer, un profundo silencio reinó en la mente de Humberto… Escribió la carta con mucha pasión, y nunca se arrepintió de todo lo que hizo, pese a que aquello lo llevó a la muerte. Todo esto dejó a Humberto pensativo. Y aún más pensativo se quedó al notar que, en sus 20 años de estudios del Perú, teniendo un doctorado en historia del Perú, siendo aclamado como uno de los mejores en su rubro, jamás había escuchado el nombre de Manuel Álvarez. Dejó la búsqueda del tratado de Simón Bolívar para iniciar una ardua investigación sobre la vida de este personaje y las obras que había mencionado en la carta.