de Ingrid Alejandra Avalos Reaño, Flavia Reaño Ramos y Luciana Valdivia Marin – 1° Media C
Un día, en el actual pueblo Humay, en Pisco, por las épocas Incaicas, alrededor de los años 1450, cuando gobernaba el Inca Pachacútec, un señor llamado Yachaq- como su propio nombre indica, era muy sabio- se quejó y amenazó a Pachacútec, diciéndole que si no arreglaba la falta de lugares administrativos y comerciales en el Tahuantinsuyo, iba a protestar contra él, y su trono podría caer, ya que no les estaba dando lo que se merecían él y todos los pobladores del imperio.
Preocupado por aquella amenaza, Pachacútec fue a pedirle al dios Inti que lo ayudara, porque temía que pudieran llegar a agredirlo físicamente. También temía perder su trono. Luego de la petición, el suelo empezó a temblar fuertemente y se abrió un gran agujero bajo las piernas de Pachacútec. Del subsuelo surgieron unas paredes, muy diferente a las construcciones del imperio Inca, que estaban hechas de piedra; estas eran de adobe. Así se fue formando una gran construcción. Cuando se completó, pasó rápidamente una onda de color rojo y aparecieron manchas rojas en las paredes. Entonces, Inti habló: “Estas manchas significan la sangre derramada por el esfuerzo y valor de los guerreros del imperio”.
Con la construcción terminada, Pachacútec decidió que serviría para lo que le habían pedido: la administración y el comercio. También se convirtió en un alojamiento permanente para algunos funcionarios y fue requerido por los chasquis (mensajeros del Inca) y grupos militares.
Ya más tranquilo, Pachacútec agradeció al dios Inti por el gran milagro que lo salvó del peligro que corría. Además, Yachaq no volvió a amenazar ni quejarse de ningún aspecto del Tahuantinsuyo (al menos no mientras Pachacútec gobernara), y todas las funciones comerciales y administrativas del imperio mejoraron gracias a la creación de Tambo Colorado, llamado así por su notorio color rojo en las paredes.